Narcisismo, depresión, muerte y amor

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¿Por qué se deprime el ser humano?

De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (OMS) la depresión se instaurará como pandemia en el año 2020.

¿Qué cosa latente se encuentra detrás de un caso de depresión? ¿Será el ser humano un ente que tiende a la depresión?

La depresión es consustancial al ser humano, es decir, es parte de la esencia de lo humano. Existen dos factores ampliamente determinantes en la predisposición a la Depresión. Uno es el factor Histórico-Contemporáneo  de la Humanidad y el otro es el factor ontogenético (relación madre-hijo). En este artículo nos enfocaremos en el primer factor.

Iniciemos entendiendo el factor Histórico-Contemporáneo sobre la Depresión:

Hubo un tiempo en la Histórica Contemporánea de la Humanidad en que el ser humano se vanagloriaba de ser único e irrepetible, de ser el amo, rey, dueño y señor del universo y de todo cuanto existía, pasaba por las calles con un ego triunfalista, todo lo veía desde la óptica egocéntrica, narcisista, consciente de su existencia porque su vida tenía un sentido y si se portaba bien se le recompensaría con la entrada al Reino de los Cielos.

Antes de 1543 la humanidad creía en la postura “Geocéntrica” en donde la Tierra y por lo tanto nosotros sus habitantes seríamos el Centro del Universo, eso nos hacía sentir muy bien, imaginemos esa realidad, los consentidos de todo lo que existía, pero aparece en la Historia un joven clérigo de nombre Nicolás que basándose en las ideas filosóficas de Aristarco de Samos propone debatir la posición de la Tierra en el Universo, ya sabemos el desenlace, hoy vivimos bajo la premisa Heliocéntrica.

La Humanidad ya no sería la misma después de haber escuchado las posturas de Copérnico, imaginen a los seres humanos que vivieron ese Golpe al Narciso, creer toda su vida que eran el Centro de todo lo que existía para saberse como un planeta más de los tantos existentes en el Universo.

Pero el ser humano supo salir adelante, como bien dicen, lo que no te destruye te hace más fuerte y así salió de esa depresión histórica, lo que le consolaba era el soliloquio que a diario practicaba: “Bueno, no seré el centro del Universo pero si soy creado directamente por Dios”.

Y cuando en la historia de la Humanidad todo parecía ir bien, surge un investigador que después de hacer un viaja por la Isla Galápagos escribe un libro en 1859, titulado “El origen de las Especies” otro golpe al Narciso de la Humanidad, no solo ya no éramos el centro del universo, si no que ahora se cuestionaba la creación como seres únicos, casi divinos; supimos que formamos parte del reino animal, que somos primos de otras especies en la escala Filogenética, ese vendría a ser el segundo golpe al Narciso. Depresión total, años creyéndonos criaturas de un Ser Superior para que llegue Darwin y nos haga ver la realidad, somos animales racionales.

La historia avanza, la humanidad también, dos golpes al Narciso en un lapso menor a 500 años fue una experiencia trágica, pero como todo buen ser  humano practicante de la resiliencia pudimos continuar, el consuelo que nos quedaba era el siguiente: “Bueno, no seré el centro del Universo, no seré una criatura diferente a las demás, pero soy consciente de mis actos”.

Y fue precisamente el tercer golpe al Narciso el que se dio con la teoría psicoanalítica, Sigmund Freud nos hizo ver que nuestros actos, nuestra personalidad, está al servicio de deseos inconscientes, con la famosa metáfora del iceberg, en donde el hielo que se ve es la consciencia pero lo que lo sustenta, el gran pedazo de hielo en la profundidad representaría al inconsciente.

Tercer golpe al Narciso. No soy el Centro del Universo, no soy único y no soy consciente. ¿Qué me queda?

Pero allí no termina, cuando la humanidad creía que todo se había descubierto en el plano ontológico, llegan los existencialistas y nos confirman “La vida no tiene sentido” y la Segunda Guerra Mundial como fiel icono de lo que los existencialistas profesaban.

¿Qué nos queda? Es por eso que la Humanidad está sumida en una depresión colectiva, tanto golpe al narcisismo humano nos ha dejado cansados, desilusionados, abatidos, por eso ahora nos entretenemos consumiendo, emborrachándonos, tratando de evadir el compromiso existencial, distrayéndonos con nimiedades, sumergidos en un profundo dolor que se quiere mitigar con unas gotas de felicidad, aunque sea un placebo, pero algo en qué creer, en que distraer la vida misma. En ese goce que nos arrastra hacia la autodestrucción, que nos aniquila, nos fulmina, nos excluye; nos dirige en ese camino seguro hacia la nada.

Después de esto somos conscientes de nuestra finitud, sabedores de la “insoportable levedad del ser”. Por eso lo normal, lo esperado es que el ser humano esté deprimido, por eso tanta barbarie, tanto salvajismo, el reto está claro, sabedores de nuestra esencia, remar contra la corriente y vivir el aquí y el ahora, disfrutar la compañía, modificar las ideas irracionales, procurar el bienestar. Amar es lo único que nos queda ya que aún no ha nacido el sabio que venga a desmentirnos esa idea. Por lo pronto está vigente la idea del amor como acto rescatable de nuestro paso por el mundo como antídoto existencial contra la depresión.

Psicología del divorcio

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«Uno debería estar siempre enamorado,
por eso jamás deberíamos casarnos».
Oscar Wilde 

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(El presenta artículo es de valioso interés para las personas que dentro de poco quieran casarse, o para los recién casados, o para los matrimonios que han perdido la brújula o para los solteros que no saben si casarse o no casarse).

¿Por qué se divorcian los que se divorcian? O tendríamos que sugerir más bien la siguiente pregunta: ¿por qué se sigue casando la gente?  a pesar de lo que vemos en los matrimonios tanto de famosos como de gente mortal, no aprendemos la lección, queremos experimentar de todo aunque eso nos haga daño, qué diría Albert Bandura y su hipótesis sobre el Aprendizaje Vicario (aprendizaje por imitación) y hablo del matrimonio tanto civil como religioso, algo pasa en ese contrato, todos sabemos de muchos casos en donde la pareja vivía en unión libre por muchos años y eran una pareja feliz, pero deciden casarse y ¡oh sorpresa! después de la luna de miel saben que algo no anda funcionando y piensan en la opción del divorcio. Esto nos lleva a la pregunta inicial: ¿por qué se divorcia los que se divorcian?

Una respuesta a bote-pronto la encuentro en la sabiduría humorística de Groucho Marx: “El Matrimonio es la principal causa de Divorcio”.

Existen razones de peso por las cuales una pareja decide terminar el compromiso matrimonial: el dinero, la infidelidad, la  “incompatibilidad de caracteres” o “la quiero mucho pero no puedo vivir con ella”.

Abordemos la cuestión del divorcio desde una perspectiva poco estudiada, una idea que me parece muy interesante proviene directamente de la Metafísica, esta hipótesis nos indica que “El demonio habita en una parte del techo del Hogar”, me explico: un hombre y una mujer, se conocen, inician el flirteo, el coqueteo, él se le declara, son novios; allí los vemos, la pareja ideal, acurrucados, él siendo todo para ella y ella siendo todo para él, comprenden muy bien a Einstein y Lacan sobre sus postulados a cerca del tiempo y su esencia relativa. Los amorosos callan, como dijera Jaime Sabines.

Pero… ¿qué es lo que pasa? él le propone matrimonio, ella acepta y allí es cuando surge el origen del Malestar en la Cultura, llegan a la Iglesia o al Registro Civil, cada quien dice su reparto, cumplen con el rito amatorio, se van de Luna de Miel, pero cuando regresan… llegan a casa y ¡oh desdicha! comienzan los roces, los disgustos, las desilusiones, el sujeto idealizado se ha convertido en un ser de carne y hueso, con sus defectos, con sus manías, sus vicios y demás; y se preguntan ¿pero por qué, si todo iba bien? ¿en qué fallamos? es pues aquí en donde entra la hipótesis metafísica de la que les hablo, el Diablo habita en el techo de la casa, “los problemas comenzaron cuando comenzamos a vivir bajo el mismo  techo”…

Y es que los nuevos matrimonios no se han enterado de ciertas cosas:

Los nuevos matrimonios fueron educados bajo la premisa de los psicólogos que mal-aconsejaban: “Los problemas se solucionan con comunicación” ¡oh error garrafal! De hecho la comunicación es la que ha dado al traste con gran parte de los matrimonios de nuestra época, para ejemplificar, trascribo unas líneas del célebre psicoterapeuta Paul Watzlawick, erudito en el tema de la Comunicación Humana:

«¿Ha llegado?» El marido, a pesar de no tener la menor idea de qué se trataba, contestó: «Sí.» Ella siguió inquiriendo: «¿Y dónde lo has metido?» Él respondió: «Con los otros.» Por primera vez en su vida matrimonial pudo trabajar horas enteras sin ser molestado.

Sabemos que las dificultades en la relación de pareja son por la comunicación, y aquí está la estadística que nunca falla: “el 90% de las discusiones se origina no por lo que se dice si no por el cómo se dice”. Alfred Adler decía que el ser humano pasa la mayor parte de su vida intentando convencer al otro de que él y nadie más qué él tiene la razón.

Un dato muy importante para que el matrimonio funcione es el concepto de «obediencia» y su contrario la «desobediencia». La cosa en sí es muy clara: si un miembro de la familia sugiere hacer o no hacer algo, el miembro complementario tiene, debe o hará el intento por seguir las instrucciones, como por ejemplo: tener el celular siempre prendido, no chatear, no salirse con sus amigos o amigas, dejar la ropa sucia en la lavandería, tirar la basura, cosas tan insignificantes que si se procurara obedecer la petición del cónyuge, del ser amado, el matrimonio tendría otros derroteros, pero ¿qué es lo que vemos? pareciera que se vive una eterna competencia; no hacen equipo, andan malhumorados, casi ni se hablan. No ha quedado gran cosa de aquel amor que se profesaban, lo que antes los unía ahora se ha esfumado, y llegan al extremo de transformar el amor en odio, “durmiendo con el enemigo”, todo por no saber negociar o simplemente llamémoslo por no obedecer. Recordemos que la desgracia humana comenzó con eso, con la desobediencia de un Adán y una Eva.

Una manera de sobrevivir al matrimonio y a la familia posmoderna es verlo como lo que es: un “Deporte extremo” con todo lo que conlleva, no puedes distraerte ni un instante porque ya los hijos se están golpeando, o por un error al pronunciar un adjetivo y tu mujer cree que estás insinuando algo, o te pones guapa y ya tu marido cree que andas coqueteando con otro, es por eso que vivir en una familia posmoderna se ha convertido en un deporte extremo, no hay tregua, no hay descanso; desde las seis de la mañana hasta las once, doce o una de la madrugada del otro día; pero no hay que perder de vista la parte buena del deporte extremo: hace que te sientas vivo, lo disfrutas y al día siguiente quieres más. Así es la familia, al final del día los ves allí dormidos, todos unos angelitos, soñando en ser ellos spider-man, o ellas Blanca Nieves.